viernes, 20 de noviembre de 2009

Desacreditado el eslabón perdido, la teoría, sigue siendo teoría.


Darwinius

En mayo, el mundo de la antropología acogió con sorpresa y cierto escepticismo la llegada de Ida, un fósil de primate presentado con gran bombo y que fue vendido como el eslabón perdido entre hombres y monos. Los restos del animal quedaron tan conservados en pizarra que hasta podía distinguirse el contorno de su piel y lo que había comido por última vez. La presentación fue polémica, pues el anuncio no estuvo acompañado como suele ser habitual por una publicación en una revista científica, sino por una rueda de prensa en el Museo de Historia Natural de Nueva York. Muchos dudaron de que el fósil, bautizado como Darwinius masillae, fuera en realidad el antepasado común entre ambas ramas.

Ahora, un nuevo fósil encontrado en África desmonta la teoría y afirma que Ida no estaba emparentada con los grandes simios y los humanos. El nuevo fósil se describe hoy en Nature. Ha sido bautizado como Afradapis longicristatus y se ha encontrado en el norte de Egipto. Vivió hace 37 millones de años y, al igual que Darwinius, pertenecía al grupo de primates adapiformes. Estos monos se parecían a los actuales lémures, pero hoy están extintos.

La polémica se remonta a algo que sucedió hace unos 50 millones años, cuando los primates se separaron en dos ramas. El equipo que analizó los restos de Ida afirmaba que pertenecía a la rama más cercana al hombre. Se trataba de los haplorrinos, o primates de nariz seca. Este grupo emparenta con los tarseros, unos pequeños animales que viven en los bosques del sureste asiático. Aunque aún no hay pruebas suficientes por falta de fósiles, se piensa que este grupo está en la rama que daría lugar a los grandes simios y los humanos millones de años después.

La teoría se sustentaba en parte en el excepcional estado del fósil, conservado en un 95% en pizarra. Yacía en el lecho de la caldera de Messel, cerca de Fráncfort (Alemania). Los restos se desenterraron en 1983, pero no se analizaron hasta 2006, cuando los investigadores lo compraron. Tardaron dos años en hacer públicos los primeros datos hasta la fastuosa presentación en el museo neoyorquino. “El eslabón ya no está perdido”, dijo el divulgador David Attenborough durante el acto.

Pero el nuevo estudio señala que tanto Darwinius como Afradapis pertenecen a la otra rama de primates, los estrepsirrinos, o de nariz húmeda. El estudio, liderado por Erik Seiffert, de la Universidad Stony Brook de Nueva York, señala que, aunque la polémica sobre el parentesco de los monos adapiformes con los antropoides viene de largo, existen pocas descripciones exhaustivas del grupo.

Su equipo reunió datos de 117 primates vivos y extintos. Analizaron 360 rasgos morfológicos para situar al nuevo fósil en el árbol de la evolución y determinar su parentesco con otras especies. El análisis incluyó 24 monos adapiformes, de los que ocho nunca habían sido incluidos en un estudio semejante.

Otros adapiformes

En primer lugar, el análisis sitúa a Afradapis y Darwinius junto a otros adapiformes hallados en Europa y EEUU. A su vez, todos los adapiformes caen dentro de la rama de estrepsirrinos, con lo que su posible papel de eslabón perdido se diluye aún más.

Los argumentos que ligaban al Darwinius a los haplorrinos y los lémures eran el pulgar oponible, uñas en lugar de garras y unas patas traseras que podrían apuntar al bipedalismo. Los datos actuales se desprenden de restos de la mandíbula y dientes de varios especímenes desenterrados cerca de la localidad egipcia de Birket Quarun. El análisis de las muestras confirma que los monos adapiformes tenían características similares a los antropoides en la disposición de sus mandíbulas y la forma y tamaño de sus colmillos. Sin embargo, estas características no estaban presentes en los primeros antropoides que se conocen, como el Proteopithecus. Según los investigadores, los rasgos evolutivos que asemejan a los adapiformes con los antropoides se desarrollaron por separado cuando ambas especies ya estaban alejadas en el árbol de la vida.

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